Los enormes túneles subterráneos encontrados en Sudamérica han llamado la atención de los científicos, ya que su tamaño y configuración no se corresponden con ninguna actividad humana conocida.
Estos túneles, excavados en rocas y suelo duro, alcanzan decenas de metros, y la suavidad de las paredes y la uniformidad de la curva indican que se trata de una excavación intencionada. Su descubrimiento es significativo más allá de la arqueología regional de las zonas, ya que contradice las antiguas teorías sobre cómo se transformó el mundo antiguo y qué especies fueron capaces de realizar tales cambios. Los últimos estudios de las huellas y marcas en el suelo han ayudado a establecer que estos túneles son obra de un animal prehistórico y no de los primeros humanos. Esta prueba ha convertido los hallazgos en un debate más amplio sobre los animales gigantes extintos y su influencia subestimada en el medio ambiente durante el Pleistoceno tardío.

¿Qué diferencia estas estructuras subterráneas de las formaciones naturales?
Los túneles subterráneos o las madrigueras gigantes, como se les conoce comúnmente, se han encontrado principalmente en Brasil, Argentina y partes de Uruguay. La mayoría de ellos tienen varios metros de ancho y son lo suficientemente altos como para que una persona pueda ponerse de pie y caminar por ellos, y algunos se extienden a lo largo de kilómetros, por lo que es difícil que el desgaste natural o el flujo de agua sean la causa. Las paredes interiores de los túneles tienen líneas visibles y marcas curvas, que probablemente sean el resultado de las garras de un animal, en contraposición a un patrón irregular dejado por los movimientos de la tierra.
Estas cavidades se diferencian de las minas o refugios humanos en que no tienen marcas de herramientas, manchas de humo ni rastros de vida, como fogatas o artefactos. Además, se encuentran en distritos que en su día fueron zonas ecológicas y no asentamientos humanos, ya que se pueden encontrar en áreas que estaban cubiertas de praderas y bosques. Los túneles fueron excavados en roca moderadamente blanda y sedimentos compactados, materiales que habrían sido fáciles de excavar para un animal fuerte, pero difíciles para los humanos sin el uso de herramientas, según revelan los análisis geológicos. La datación obtenida de las capas de roca que los rodean muestra que fueron construidos hace decenas de miles de años; por lo tanto, la presencia humana más antigua en muchas de estas regiones es posterior a esta época. La época de su origen, junto con su enorme tamaño, ha descartado a todos los posibles constructores, excepto a los mamíferos terrestres más grandes de Sudamérica.
Lo que revelan los túneles
El argumento más sólido son las huellas fosilizadas y las marcas de garras en las paredes de los túneles, y las entradas indican que esta es el origen de estas criaturas. Esas huellas muestran un conjunto inusual de dedos y la distribución del peso de un perezoso terrestre gigante, un animal extinto muy grande perteneciente a la megafauna. El rizo y la distancia de las huellas indican que la criatura se movía lentamente y era fuerte; por lo tanto, se puede descartar la huella ligera de un ser humano o un animal pequeño. El análisis de las huellas desempeñó un papel importante en la comprensión de las interacciones entre los seres humanos y la megafauna en otros lugares, que trataba de las huellas del Pleistoceno terminal relacionadas con los encuentros entre seres humanos y perezosos en América del Norte. Aunque estos lugares están muy alejados entre sí, el método utilizado allí demuestra que las huellas pueden ser una forma fiable de reconocer las especies y su comportamiento mucho después de que los tejidos blandos y los huesos hayan desaparecido. En Sudamérica, las huellas se asemejan mucho a las reconstrucciones esqueléticas de perezosos terrestres como el Lestodon y el Glossotherium. Entre sus características destacaban las enormes extremidades delanteras y las largas garras curvadas, perfectas para excavar y arrancar plantas para alimentarse. Cuando se relacionan estos rasgos con las pruebas de los túneles, no solo explican el tamaño de las madrigueras, sino también las marcas características de la superficie. Además, la inexistencia de huellas mixtas de humanos y animales dentro de los túneles es una prueba adicional de que fueron los animales quienes los excavaron y los utilizaron en exclusiva.
¿Por qué excavaron túneles? Refugio, clima y estrategias de supervivencia.
Conocer la razón que les llevó a dedicar tanta energía a la excavación nos permite comprender la ecología del Pleistoceno tardío. Es posible que sirvieran como simples refugios en los que las temperaturas estables iban acompañadas de protección contra los depredadores. Durante los periodos de cambio climático, por ejemplo, durante un periodo más frío o seco, las zonas subterráneas habrían ayudado a reducir el estrés térmico y a ahorrar energía. Se cree que la profundidad y la dirección de muchas paleotubas sugieren la intención de sus creadores de evadir las inundaciones y, al mismo tiempo, aprovechar al máximo el aislamiento. La explicación se ve respaldada por paralelismos de comportamiento con los mamíferos excavadores actuales, aunque a escala megafaunal. Ningún ser vivo excava a tan gran escala, pero un mecanismo de supervivencia compartido por algunas especies, como los armadillos, es el hábito de excavar. Si los perezosos terrestres gigantes, que eran lentos, podían escapar del peligro, un refugio subterráneo resistente les habría sido de gran ayuda. El hecho de que estos animales rascaran repetidamente las paredes de los túneles puede indicar que estos no eran refugios temporales, sino que se utilizaban con frecuencia, y que este comportamiento se transmitía de generación en generación.

Cómo cambian estos túneles nuestra visión de los ecosistemas antiguos
Estos hallazgos están desafiando la percepción que tienen los científicos del mundo prehistórico. Eran animales que estaban anatómicamente extintos, pero que seguían siendo ingenieros activos, en lugar de ser pasivos más adelante. Los túneles cambiaban la calidad del suelo, afectaban al movimiento del agua y eran hábitats minúsculos para diferentes especies que podrían haber sido sustentadas por la red de túneles. Atribuirles este papel complica las historias tradicionales, que consideran a los seres humanos como los únicos responsables de la modificación ambiental a gran escala. Además, las paleotubas llaman la atención sobre la importancia de los fósiles de huellas y marcas de garras, que son registros de comportamiento, no solo de presencia. Cuantos más yacimientos se documentan, más clara es la imagen de la interacción de la megafauna con el medio ambiente antes de su extinción. Aparte de eso, el punto de vista actual tiene consecuencias para la conservación contemporánea, ya que señala el gran impacto ecológico de la extinción de los grandes animales. Al examinar estos antiguos túneles, los investigadores obtienen una mejor comprensión del funcionamiento de los ecosistemas del pasado, que no se basa en conjeturas, sino en pruebas tangibles. En última instancia, estos colosales túneles son un testimonio silencioso del poderío ingenieril de la megafauna extinta. Recuerdan a los científicos que para comprender el pasado de la Tierra es necesario reconocer a los animales como activos modeladores del paisaje, y no solo como habitantes moldeados por él.
