Noémie escribe textos tranquilos y sugerentes, alimentados por impresiones fugaces y escenas cotidianas. Se fija en los detalles discretos, las emociones ligeras y los momentos de transición, dejando que sus creen una atmósfera suave y abierta a la interpretación.
Tienes prisa, el día es gris, hay un cajero automático en la esquina de una calle, dos personas esperan detrás. Introduces tu tarjeta, tecleas tu código sin mirar demasiado. Sale el ticket y te vas. Todo parece normal. Pero, unas horas más tarde, aparecen en tu cuenta retiradas de dinero al otro lado de la ciudad. Se te hace un nudo en la garganta, tu cerebro empieza a dar vueltas, nadie te ha «atracado» y, sin embargo, tu dinero ha desaparecido. Las estafas en los cajeros automáticos ya no se parecen a las de las películas de Hollywood, sino a esas pequeñas escenas cotidianas que todos vivimos sin prestar atención. ¿Y si el peligro comenzara mucho antes de que la tarjeta toque la máquina?
Antes incluso de sacar la tarjeta: lee la escena, no solo la pantalla
La mayoría de la gente solo mira la pantalla del cajero automático. Leen el importe, el saldo, las opciones y se olvidan de todo lo demás. Los estafadores, por su parte, observan otras cosas: su postura, su forma de proteger (o no) el teclado, su nivel de estrés. Un cajero automático no es solo una máquina gris. Es un pequeño teatro al aire libre, con ángulos muertos, reflejos y rincones en sombra. Si nos detenemos dos minutos, enseguida vemos si algo no cuadra. Una pieza de plástico que sobresale, un lector de tarjetas que parece añadido, un pequeño agujero sospechoso encima de la pantalla. Son estos detalles los que marcan la diferencia entre una retirada de dinero normal y un día arruinado.

Todos hemos vivido ese momento en el que nos decimos: «Bueno, voy rápido, tengo otras cosas que hacer». Ahí es precisamente donde ganan los estafadores. En los bancos denuncian regularmente casos de «skimming», una técnica en la que un lector de tarjetas falso copia los datos mientras se retiran los billetes. A veces, un cómplice espera a pocos metros, con aire indiferente, para recoger el dispositivo o grabar tu código. Una mujer de Lyon, por ejemplo, cuenta que retiró 40 euros en un cajero automático de su barrio. Nada especial en ese momento. Tres días después, 800 euros habían desaparecido, en pequeñas retiradas repetidas. Ella no vio nada, pero alguien lo captó todo.
Cuando se analiza detenidamente el modus operandi, se comprende que la mayoría de las estafas comienzan mucho antes de introducir la tarjeta. Los estafadores preparan el terreno: añaden un lector falso, una minicámara casi invisible o simplemente cuentan con la complicidad de otra persona para distraerte. Tu primera barrera de protección es tu mirada. Un cajero automático dañado, restos de pegamento, un teclado que parece elevado, un soporte de tarjeta que se mueve ligeramente: todas estas son señales que deberían hacerte sospechar. Los bancos lo repiten, pero la realidad es que pocas personas se toman esos diez segundos para observar. *Lo que se gana en velocidad, a veces se pierde en seguridad.*
Lo que hay que hacer sistemáticamente antes de introducir la tarjeta bancaria
El primer reflejo es hacer un pequeño «escaneo visual» del cajero, como si lo viera por primera vez. Observe el lector de tarjetas, el teclado, la ranura para billetes, la parte superior de la pantalla. Todo lo que parezca añadido, inestable o extrañamente sucio debe despertar sus sospechas. Pase la mano por el lector para ver si está bien fijado, toque ligeramente el teclado para sentir si hay una capa adicional. Son gestos sencillos, pero los estafadores los detestan. Prefieren a los usuarios apresurados, que se lanzan sin mirar. Un cajero automático en el vestíbulo de un banco, bien iluminado y con una cámara visible, suele ser más seguro que un cajero automático aislado en plena noche.
Otro gesto clave, a menudo descuidado, tiene que ver con su entorno inmediato. ¿Quién está detrás de usted? ¿A qué distancia? ¿Hay alguien merodeando sin motivo, con el teléfono en la mano, orientado directamente hacia el teclado? Muchas estafas ni siquiera se basan en la alta tecnología, sino en miradas indiscretas y cómplices hábiles. Tienes derecho a pedir a la persona que está detrás de ti que dé un paso atrás. Tienes derecho a cortar una conversación telefónica para concentrarte. Seamos sinceros: nadie hace esto todos los días. Sin embargo, son estas microdecisiones las que te evitan horas de molestias con el servicio de fraude de tu banco.

Ante la más mínima duda, aplica un principio sencillo: no introduzcas la tarjeta. Un cajero automático con la pantalla defectuosa, mensajes extraños en un idioma aproximado, una interfaz que no se parece a la de su banco… Todo esto debe hacerle sospechar. Algunas víctimas también cuentan que un desconocido se les ha acercado «amablemente» para ofrecerles ayuda debido a un supuesto problema técnico. A menudo es ahí donde todo se tuerce.
«Un cajero automático que le hace sentir incómodo ya es una señal en sí misma. Aconsejamos a nuestros clientes que presten atención a esa sensación, aunque les parezca exagerada», explica un asesor bancario contactado para tratar este tema.
Para memorizar los buenos reflejos, puede ser útil un pequeño recordatorio:
- Observe el cajero automático desde lejos antes de acercarse.
- Toque el lector y el teclado, compruebe que no se mueven.
- Eche un vistazo detrás de usted, compruebe la distancia a la que se encuentran los demás.
- Prepare la cantidad en su cabeza antes, para mantenerse concentrado.
- Renuncie a la retirada si algo le parece «raro».
Después de la retirada: mantén la vigilancia sin caer en la paranoia
La seguridad no termina cuando los billetes caen en la bandeja. Muchas víctimas descubren las estafas varios días después, al consultar su cuenta casi por casualidad. Acostumbrarse a echar un vistazo a los movimientos bancarios con regularidad, aunque sea de pasada, lo cambia todo. No es necesario dedicarle una hora: basta con una simple comprobación en la aplicación para detectar un pequeño retiro sospechoso, un pago en una ciudad en la que no ha estado o un importe extraño. A veces, los estafadores prueban su tarjeta con una pequeña cantidad para ver si funciona. Si se detecta a tiempo, esta prueba puede evitarle consecuencias mucho más graves.
Otro punto: el recibo. Algunos lo arrancan, lo arrugan y lo tiran a la primera papelera. Sin embargo, este recibo a veces contiene información útil para una posible reclamación: número del cajero automático, hora exacta, importe, referencia de la operación. En caso de litigio, estos detalles tranquilizan a su banco y aceleran los trámites. Y si es usted de los que pierden los papeles, simplemente puede hacerle una foto y luego destruirlo. Lo importante no es acumular trozos de papel, sino conservar lo necesario para demostrar lo que ha ocurrido si algún día algo falla.
En los últimos años, los bancos han reforzado sus sistemas de detección automática de fraudes. Algoritmos, alertas por SMS, bloqueos preventivos. Sin embargo, nada sustituye la mirada del titular de la cuenta. Tú eres la primera persona en saber si una retirada es extraña, si un pago en el extranjero no tiene sentido. Hay personas que cuentan que nunca habían activado las notificaciones de su aplicación bancaria. Una mañana, descubren una serie de operaciones. Si hubieran activado una simple alerta en tiempo real, la película se habría cortado en la primera escena. No es una garantía absoluta, pero es una capa de protección adicional, al alcance del pulgar.
Un cajero automático parece un objeto neutro, frío, casi aburrido. Sin embargo, alrededor de esa pequeña ranura que se traga y escupe tus ahorros, se libra una batalla silenciosa entre estafadores y usuarios. Cada uno intenta ganar terreno: ellos haciendo que sus dispositivos sean más discretos, tú agudizando tus reflejos. Al hablar de estas estafas con sus seres queridos, al contar aquella vez que renunció a utilizar un cajero automático sospechoso, también contribuye a esta vigilancia colectiva. Los estafadores apuestan mucho por la vergüenza de las víctimas, que no siempre se atreven a contar cómo han caído en la trampa. Compartir es ya recuperar un poco el control de la situación.
Podemos ver esos segundos antes de introducir la tarjeta como una molestia. O como una cita con nosotros mismos en la que nos damos el derecho a ralentizar, observar y decir «no» a una máquina que no nos inspira confianza. La próxima vez que estés delante de un cajero automático, tómate ese pequeño respiro. Observe la escena en su conjunto, no solo el saldo que aparece en la pantalla. A veces, esta simple pausa vale mucho más que la cantidad que ha venido a retirar. Y quién sabe: al hablar de estas prácticas a su alrededor, tal vez evite que otra persona vea desaparecer su dinero en completo silencio.
Preguntas frecuentes:
- ¿Cómo reconocer un cajero automático manipulado?Un cajero automático manipulado suele presentar elementos que parecen añadidos: plástico que se mueve, restos de pegamento, teclado elevado, pequeña cámara oculta encima de la pantalla. Si algo parece «anormal» o mal ajustado, es mejor marcharse.
- ¿Qué hacer si mi tarjeta se queda bloqueada en el cajero?Quédese delante de la máquina, llame inmediatamente al número de su banco o al servicio de asistencia indicado en el cajero y nunca acepte la ayuda de un desconocido que se ofrezca a «solucionar el problema». Bloquee la tarjeta sin demora si no se le devuelve.
- ¿Hay que proteger el código PIN incluso cuando se está solo?Sí, porque no se sabe si una cámara o un reflejo captan sus gestos. Ocultar el teclado con la mano libre es un reflejo sencillo, útil incluso cuando no hay testigos visibles.
- ¿Son más seguros los cajeros automáticos que se encuentran dentro de las sucursales?En general, sí. Están mejor vigilados, son más difíciles de manipular y suelen estar equipados con cámaras y protecciones adicionales. Esto no exime de realizar un rápido control visual, pero reduce los riesgos.
- ¿Con qué frecuencia hay que comprobar la cuenta bancaria?Como mínimo una vez a la semana y, a ser posible, cada vez que se realice una retirada o un pago inusual. Las notificaciones en tiempo real de la aplicación bancaria permiten detectar rápidamente una operación fraudulenta.
