El dispositivo electrónico que todos tiramos y que contiene 450 miligramos de oro de 22 quilates

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Cada teléfono contiene oro de 22 quilates. Una tecnología suiza limpia podría revolucionar la extracción de metales electrónicos.

El reciclaje electrónico, el nuevo y discreto eldorado del siglo XXI

La presencia de oro en los circuitos electrónicos no es nada simbólica: es físicamente medible y económicamente explotable. Cada placa base usada, cada conector, cada chip contiene una fracción de este metal muy conductor y resistente a la oxidación. En unas veinte placas base, las cantidades acumuladas alcanzan cerca de 450 mg de oro de 22 quilates. Lo que está en juego va mucho más allá de la anécdota: los yacimientos urbanos rivalizan ahora en riqueza con las minas en activo.

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Una gran paradoja económica y ecológica

Cada año se acumulan cerca de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos a escala mundial. Estos residuos contienen metales estratégicos como el cobre, el paladio, la plata o el oro. Sin embargo, menos del 20 % se recicla correctamente. El resto acaba incinerado, enterrado o exportado a países sin tratamiento regulado. Esta situación genera una doble paradoja: por un lado, la sobreexplotación minera y, por otro, una pérdida de valor colosal.

La rentabilidad del reciclaje, aunque demostrada, se ve frenada por procesos que siguen siendo demasiado contaminantes. El cianuro, el mercurio o el ácido clorhídrico se utilizan con frecuencia en los sectores informales, incumpliendo las normas medioambientales. Aquí es donde entra en juego un avance científico inesperado.

El proceso suizo que reinventa la extracción

Un equipo de la ha desarrollado un sistema revolucionario basado en un subproducto de la industria quesera. Al recuperar el suero, un residuo líquido de la fabricación del queso, los investigadores han aislado proteínas capaces de formar esponjas moleculares. Estas microestructuras atrapan selectivamente los iones metálicos disueltos, en particular los del oro.

Una vez cargadas, las esponjas se calientan, lo que permite recuperar un polvo metálico ultrafino. ¿El resultado? Pepitas de oro de 22 quilates, extraídas sin disolventes tóxicos ni balsas de lixiviación. Este método concilia el rendimiento industrial y la seguridad medioambiental, a un coste reducido.

En comparación, las minas tradicionales generan entre 1 y 5 gramos de oro por tonelada de roca. El reciclaje electrónico alcanza hasta 400 g por tonelada de residuos… pero hasta ahora, a costa de una fuerte contaminación. El método suizo iguala este rendimiento y reduce a cero la huella ecológica.

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Reinventar el ciclo de vida digital

Este cambio de paradigma abre el camino a una economía circular de los metales electrónicos. Los objetos cotidianos se convierten así en auténticas reservas de materiales críticos. Teléfonos, ordenadores, impresoras, servidores… todos ellos encierran un potencial de valorización que durante mucho tiempo se ha descuidado.

La cadena es controlable: recogida selectiva, clasificación técnica, extracción suave, fundición y revalorización en forma de lingotes o componentes para nuevas aplicaciones. Esta lógica descentralizada podría reducir la dependencia de las explotaciones mineras, al tiempo que crearía una nueva industria de alto valor añadido.

Lo que ayer se consideraba un desecho técnico se convierte hoy en un recurso estratégico. Un chip obsoleto se transforma en materia prima para la transición energética, los semiconductores o las monedas refugio.