Hace 50 000 años, una catástrofe natural milenaria provocó la desaparición de los auténticos «hobbits», según revela un estudio reciente

La desaparición del Homo floresiensis pone de manifiesto los efectos combinados del clima, la geografía insular y la dinámica de convivencia entre especies humanas. Comprender este declive permite comprender mejor las vulnerabilidades biológicas frente al estrés medioambiental, en un momento en el que las presiones ecológicas se intensifican a escala global.

En la isla de Flores, en Indonesia, persistía un enigma científico desde el descubrimiento, en 2003, de los restos de un homínido de pequeño tamaño: el Homo floresiensis, apodado «hobbit». Extinguido hace unos 50 000 años, este homínido arcaico dejó pocos indicios sobre las causas precisas de su extinción. Un estudio publicado recientemente en Communications Earth & Environment ofrece una respuesta rigurosa a este misterio.

Dirigido por Hamdi Rifai (Universidad de Wollongong) y Nick Scroxton (University College Dublin), el equipo se basó en análisis geoquímicos y paleoclimáticos de estalagmitas para reconstruir la evolución de las precipitaciones en Flores a lo largo de decenas de miles de años. Sus resultados muestran que los profundos cambios climáticos, asociados a las crecientes presiones ecológicas, habrían comprometido la supervivencia de esta especie humana. Este escenario sitúa la desaparición de los hobbits en un contexto medioambiental cuantificable, lejos de las especulaciones.

Una extinción situada entre 61 000 y 50 000 años

La desaparición del Homo floresiensis en la isla indonesia de Flores no fue en absoluto repentina ni inexplicable. Según la cronología actualizada del yacimiento de Liang Bua, los últimos restos fósiles de la especie datan de hace unos 61 000 años. Sin embargo, su ocupación habría comenzado hace casi 100 000 años. Esta reciente revisión de la datación descarta la hipótesis de una cohabitación directa con el Homo sapiens en Liang Bua, que llegó a la isla más tarde, hace unos 46 000 años.

El registro arqueológico también indica que los hobbits utilizaban regularmente herramientas de piedra, relacionadas con la caza de presas locales como el Stegodon florensis insularis. Se trata de un elefante pigmeo que pesaba hasta 950 kg. La desaparición simultánea de estas dos especies en Liang Bua hace unos 57 000-61 000 años plantea interrogantes. No coincide ni con una actividad humana conocida ni con una transformación brutal del paisaje geológico.

hobbits utilizaban regularmente herramientas de piedra

El final de la secuencia arqueológica del H. floresiensis se caracteriza por la desaparición progresiva de los fósiles, especialmente en los niveles superiores del yacimiento. Esta tendencia se confirma a través de los trabajos isotópicos realizados en los dientes del Stegodon. Estos muestran un estrés hídrico progresivo antes de su extinción. Rifai y sus colegas destacan así una sincronización entre el declive ecológico de las presas y el de sus depredadores, en un ecosistema insular con un equilibrio frágil.

El marco espacio-temporal, ahora aclarado, permite considerar otros factores estructurales, como el clima, en esta extinción progresiva.

Un clima inestable documentado por las estalagmitas

El análisis de las causas climáticas de la extinción de los hobbits se basa en una fuente precisa y continua. A saber: una estalagmita datada entre 91 000 y 47 000 años, extraída de la cueva de Liang Luar, a 1,3 km de Liang Bua. El equipo de investigación midió las relaciones Mg/Ca y los isótopos δ18O en esta formación, con el fin de reconstruir las variaciones de la pluviometría en el pasado.

Entre 76 000 y 61 000 años, el clima en Flores se volvió notablemente más seco. El volumen anual de precipitaciones disminuyó un 37 %, pasando de unos 1560 mm a 990 mm. Mientras que las lluvias estivales, esenciales para alimentar los ríos, cayeron de 1030 mm a 450 mm, lo que supone un descenso del 56 %. Este régimen árido persistió hasta hace 50 000 años. El estudio también pone de manifiesto un acentuado secado de los veranos entre 61 000 y 55 000 años. Un período que coincide con la progresiva desaparición de los hobbits.

Los efectos de esta sequía se confirman mediante la medición de la relación isotópica [²³⁴U/²³⁸U] en la estalagmita, indicador de la disminución del caudal kárstico y, por tanto, del estrés hídrico en el subsuelo. Esta señal muestra una infiltración de agua cada vez más reducida, lo que indica una escasez duradera de recursos de agua dulce.

Estos datos climáticos constituyen el primer registro de alta resolución en Flores que abarca este período. Permiten ir más allá de las hipótesis generales sobre el clima global, ya que aportan una lectura local, temporada por temporada, de la evolución del régimen de lluvias. El estudio relaciona así de forma precisa los cambios hidroclimáticos con el declive de los ecosistemas insulares.

Una cadena alimentaria en ruptura progresiva

Uno de los elementos centrales del ecosistema del Homo floresiensis era el Stegodon florensis insularis, cuyos dientes fósiles se estudiaron en paralelo a la estalagmita LR09-K2. Estos análisis isotópicos (δ18O y δ13C) muestran una clara evolución de los hábitos hídricos de estos animales, como se ha mencionado anteriormente. Seguían siendo muy dependientes de los ríos alimentados por las lluvias monzónicas.

Uno de los elementos centrales del ecosistema del Homo floresiensis era el Stegodon florensis insularis, cuyos dientes fósiles se estudiaron en paralelo

Los resultados indican que el 92 % de los restos de Stegodon encontrados en los estratos datados entre 76 000 y 62 000 años corresponden a un período de clima cada vez más seco. Los niveles de oxígeno-18 en sus dientes reflejan una evolución del agua que bebían, menos renovada y más evaporada. Esta variación precede a su desaparición, datada hace unos 57 000 años. Sin embargo, los hobbits cazaban principalmente ejemplares jóvenes, como lo demuestra el 94 % de los restos subadultos encontrados asociados a herramientas.

El estudio muestra que, contrariamente a lo que se cree, estos elefantes no fueron simplemente víctimas de la caza excesiva. Su desaparición parece ser el resultado de un doble factor: la escasez de agua y la imposibilidad de migrar en un entorno insular confinado. Julien Louys (Universidad Griffith), que no participó en el estudio, señala para Science News que «los animales de una isla no tienen adónde ir cuando su hábitat se degrada».

Siguiendo a sus presas, los hobbits habrían abandonado la zona de Liang Bua para dirigirse a las regiones costeras. Esta posible migración hacia hábitats residuales, ya sometidos a estrés ecológico, habría acentuado su propia fragilidad. La ruptura de su cadena alimentaria y la imposibilidad de adaptarse a un nuevo ecosistema probablemente contribuyeron a su progresiva extinción.

Presión ecológica, aislamiento y posible competencia humana

Más allá del clima y del colapso ecológico, el estudio contempla otro factor. Se trata de la presión demográfica y ecológica en un espacio reducido. Flores, una isla volcánica de tamaño medio, ofrecía pocos refugios en caso de deterioro de las condiciones ambientales. Debbie Argue, paleoantropóloga de la Universidad Nacional de Australia, recuerda que las especies insulares son especialmente vulnerables. «Cuando los recursos escasean, la competencia se intensifica muy rápidamente».

El equipo de investigación no descarta que el Homo floresiensis, obligado a desplazarse hacia las zonas más húmedas de la costa, se encontrara con grupos de Homo sapiens procedentes del sudeste asiático, que se estima que llegaron a Flores hace unos 46 000 años. Aunque no se han encontrado restos fósiles directos de interacción, la simultaneidad entre esta fase de máxima aridificación y la expansión humana regional abre la posibilidad de una competencia indirecta por los recursos.

En un contexto insular, incluso una presión leve puede tener consecuencias irreversibles: depredación oportunista, introducción de enfermedades o simple exclusión territorial. En un entorno en el que el agua dulce se convierte en un factor limitante, la cohabitación entre dos especies humanas, una resistente y otra especializada, se vuelve improbable.

Por último, los investigadores señalan una erupción volcánica cerca de Liang Bua hace unos 50 000 años. Esta habría cubierto el yacimiento de cenizas. Esta catástrofe natural podría haber sellado el fin de la ocupación local. Sin embargo, la mayoría de los datos indican que el abandono progresivo del yacimiento había comenzado mucho antes, cuando el entorno se volvió inhabitable.

La conjunción de factores climáticos, ecológicos y posiblemente humanos dibuja así el escenario de una extinción lenta pero inevitable. Una extinción en un mundo en el que cada recurso era importante para la supervivencia.