Bajo las aguas de Fontaine de Vaucluse, un tesoro galorromano ha sobrevivido dos milenios. Más de mil piezas antiguas yacían en el fondo del abismo, testigos de un lugar de culto ancestral dedicado al agua y a las divinidades protectoras.
Fontaine de Vaucluse atrae por la belleza de su emplazamiento, pero la historia que encierra es aún más maravillosa. A principios de la década de 2000, unos buceadores exploraron el abismo inundado y encontraron monedas atrapadas en las paredes. Un descubrimiento inesperado que reveló una de las mayores concentraciones de ofrendas galorromanas encontradas en un manantial natural.
Un descubrimiento excepcional
Las exploraciones realizadas en 2001 y 2003 por la Sociedad Espeleológica de Fontaine de Vaucluse permitieron descubrir 1624 monedas antiguas. La mayoría son de bronce, algunas de plata y ocho de oro, un conjunto muy poco común. Estas monedas abarcan casi cinco siglos de historia, desde el siglo I a. C. hasta el siglo V d. C. Conservadas en el agua durante dos mil años, revelan una notable resistencia al paso del tiempo.

¿Por qué un tesoro en este lugar?
Durante la Antigüedad, Fontaine de Vaucluse era un lugar sagrado donde se solicitaba salud, fertilidad o protección. El gesto simbólico consistía en arrojar una moneda al agua para acompañar una plegaria. Esta tradición existía en todo el mundo romano, pero rara vez con tal densidad de ofrendas. La fuente de Vaucluse es, por tanto, testimonio de una devoción poderosa y arraigada en la vida cotidiana de los habitantes.

Un tesoro visible en el corazón del pueblo
Parte de las monedas se exhiben en el Museo-Biblioteca François Pétrarque. El Departamento pone en valor este precioso patrimonio, que permite admirar monedas que en algunos casos se conservan intactas a pesar de los siglos transcurridos en el resurgimiento.
Otros vestigios galorromanos por descubrir
Fontaine de Vaucluse también conserva un altar votivo descubierto en 1947 en un cobertizo del pueblo. La escultura representa a un dios sanador con orejas desproporcionadas, listas para escuchar las plegarias de los enfermos. Esta divinidad ilustra el antiguo apego a las aguas benéficas de la región. Todavía adorna la fuente pública situada detrás del ayuntamiento.
